¿Cómo
saber si nuestro pequeño hijo está
siendo agredido?
Todos sabemos que la vida es difícil.
En estos tiempos, un espacio antes muy
protegido, el de la infancia, se presenta
también como un mundo complejo
y vulnerable. ¿ Hasta dónde
podemos hablar, hoy en día, de
una infancia feliz o de un tiempo amenazado
por duras realidades?.
Médicos,
psicólogos, sociólogos y
educadores coincidimos en un punto: los
“mitos de la infancia” han
caído en gran parte. La pretendida
infancia sin conflictos, en rigor, jamás
existió. No existen los padres
ni los hijos ni las personas perfectas.
Los medios de comunicación, sobre
todo TV, Internet, están cerca
de los niños y en medio del hogar
desde antes de nacidos. Revistas y libros
con imágenes variadas pasan por
las manitas y ojos inexpertos.
Los adultos hablan y se muestran delante
de los niños sin cuidados especiales
más a menudo de lo que se cree.
La radio también extiende sus mensajes.
El colegio se inicia más temprano
y ya no se piensa que la maestra jardinera
tenga el exclusivo “rol” de
segunda mamá. La infancia es, de
todas formas, un tiempo en que ser feliz
es más fácil que en otros
momentos de la vida. Si por felicidad
entendemos, sincera alegría, despreocupación,
juegos y cariño. Los conflictos
en todo caso, no aparentan tan graves.
Las enfermedades de la infancia, para
millares de niños son un problema
controlado por la vacunación y
la medicina preventiva...y, naturalmente,
por la atención pediátrica.
¿ Dónde están, entonces,
las acechanzas, los peligros?
Miedos y Sospechas
La comunicación
masiva ha generado una enorme cantidad
de información a nivel popular.
Así se han hecho comunes, algunos
conceptos que antes eran de dominio profesional
solamente.
Se habla con toda comodidad de la “angustia
del 8vo.mes”, de la importancia
de la lactancia materna, del complejo
de Edipo, de las dificultades del entendimiento
en la pareja, del control de la natalidad
y de ciertas enfermedades de nombre antes
impronunciable. Este es el lado bueno.
Como contrapartida muchas personas se
sienten inclinadas a actuar o hablar como
expertos acerca de cuestiones que sólo
conocen en la superficie.
Muchas veces la intervención de
“entendidos” no sólo
no resulta favorable sino que puede atraer
problemas aunque ésta no haya sino
la intención de quienes opinan.
La incertidumbre tolerable es una señal
correcta que, por lo general, nos empuja
a buscar ayuda y sería muy conveniente
que la inquietud fuera colocada en el
momento oportuno, en el lugar adecuado
y con personas debidamente preparadas
para responder.
Algunas dudas importantes se refieren
a la buena crianza de los hijos y muchos
padres se interrogan continuamente ¿somos
buenos padres?. ¿Está creciendo
bien nuestro hijo?. A menudo la ansiedad
se calma en la consulta pediátrica
o al hablar con los maestros de los niños
pero suele subsistir una idea no definida
que implica el temor a que los hijos estén
sufriendo algún tipo de experiencia,
ajena al conocimiento de los padres que
pudiera dañarlos en el futuro.
Padres alertas y tranquilos
Los niños pequeños
presentan síntomas más evidentes
que los niños mayores y los adultos.
Los padres pueden descubrir estos síntomas
de malestar o angustia sin grandes dificultades,
si están acostumbrados a observar
a sus hijos y a conversar con ellos desde
chiquitos.
Si se sospecha de una experiencia negativa
que pudiera significar un hecho agresivo
ejercido por terceros en ausencia de los
padres, debe actuarse serenamente sabiendo
que hay posibilidades y tiempo para impedir
el daño y realizar la reparación
necesaria.
Para preocuparse
Si los niños
dejan de sonreir o jugar.
Si los pequeños
hablaban y dejan de hacerlo.
Si los niños
pegan a sus muñecos, los arrojan
a la basura o tratan de quemarlos.
Si el niño
o niña se esconde detrás
de cortinas o bajo mesas y se niega
a salir.
La aparición
de marcas o hematomas “inexplicables”.
Si se encuentran
avergonzados sin causa aparente.
Si el sueño
deja de ser placentero y les cuesta
mucho conciliarlo.
Si los chicos hablan
en voz muy baja, como diciendo “secretos”
mucho más frecuentemente que
de costumbre.
Si aparecen gestos
que no se “comprenden” o
“tics” en la comunicación
corriente, sin mediar ninguna situación
angustiante o que provoque miedo.
Qué
hacer?
Insistir con la
explicitación de “nada
hay tan malo o tan feo” que no
puedas contarlo a papá o mamá.
Hablar con los
niños sobre la confianza que
debe existir entre la familia.
Verbalmente y a
través de los gestos, asegurar
a los niños que sus padres están
dispuestos a brindarles siempre protección
y cuidado.
Mostrar ante los
hijos, gestos de cariño y protección,
entre papá y mamá.
Observar la conducta
de los pequeños con las personas
que los cuidan.
Hablar con las
personas que cuidan a los niños
delante de ellos.
Preguntar cuál
es el comportamiento, si se le han hecho
correcciones o se ha aplicado algún
“castigo” o sanción.
Volver a casa a
horas poco habituales, visitar el Jardín
de Infantes sin aviso previo.
Ante cualquier
sospecha, no interrogar al niño
en forma directa.
Recordar que los
niños fantasean y que el límite
entre verdad y mentira no es claro en
la primera infancia.
Si la conducta
de los niños persiste, consultar
con el médico pediatra. El sabrá
indicar si es necesaria una consulta
psicológica.
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