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El Agua: Amorosa Matronatación
“Enseñar a los hijos a nadar no sólo es educarlos para el deporte y proteger su supervivencia: es una oportunidad maravillosa para armonizar los vínculos familiares”.

Siempre será importante insistir en la necesidad de prestar suficiente atención y cuidado a los bebés respetando por una parte su joven naturaleza y por otra sus crecientes adquisiciones.
Se sabe que la conducta de los padres hacia el hijo tienen una fuerte incidencia en los intercambios con el pequeño.
Si los padres están atentos a los progresos del bebé le irán concediendo, cada día, un poquito más del espacio de independencia y decisión que comienza a reclamar.
Sin embargo, no todos los padres suelen atender a estos pedidos que los chiquitos realizan con sus gestos, u otros llamados, a través de la voz o del cuerpo en tensión o movimientos.
Cuando el niño es interpretado su satisfacción es notoria y el buen humor infantil es capaz de movilizar positivamente el clima afectivo de toda la familia. Cuando, por el contrario, los pequeños resultan frustrados, por incomprensión de los adultos que le rodean o sus demandas son sofocadas porque los mayores accionan en lugar de permitir a los chiquitos hacer su parte las reacciones negativas no se hacen esperar.
Muchos bebés debilitan sus pedidos hasta llegar, inclusive, a suprimir sus demandas.
Otros pequeños se irritan o enojan manifestando con sus llantos o gritos su disponibilidad con el mundo que lo rodea.
Cuando estas reacciones negativas para el desarrollo sano se producen esporádicamente, no reviste mayor importancia.
Por el contrario, cuando la desarmonía entre la solicitud del bebé y la respuesta de los padres se convierte en modo de vida, las interacciones padres-hijos se alteran negativamente.
El método de iniciación acuática para bebés Matronatación es un eficaz recurso que permite a través de los juegos en el agua que los mejores intercambios familiares puedan producirse.
Las caricias y el contacto amable surgen espontáneamente cuando la familia comparte los especiales momentos de cada clase. La posibilidad de tener al hijo en brazos sin los obstáculos comunes que imponen la vestimenta y sus accesorios es de por sí una oportunidad regocijante.

Nadar es fácil
Junto a los bebés muy pequeñitos y con la ayuda pedagógica, las cualidades de los padres se potencia día a día.
Muchas conductas infantiles son de sencilla comprensión porque se trata, ni más ni menos, que comportamientos humanos por todos vividos.
Otras conductas, sin embargo, provocan desconcierto en los padres poco conocedores de la psicología del infante, situación que suele ser más seria en los padres primerizos.
Es natural que la ignorancia de algunos mecanismos emocionales o de la inteligencia de los niños encuentren dificultad para ser entendidos si la única manifestación es la de lo que se exterioriza y cualquiera puede observar.
Una importante cantidad de estas reacciones obedecen a los propios abatares del crecimiento y la maduración y, en rigor, hasta hace pocos años la cadena de acontecimientos que vive interiormente un niño era totalmente desconocida.
La llamada intuición maternal resuelve, no obstante, cotidianamente y a través del afecto innumerables situaciones en forma favorable.
Los primeros años de vida, sin embargo, pueden dejar pequeñas o mayores lesiones en la interrelación padres-hijos y será más adelante, a veces muchos años después, que esas fallas o fracturas en el vínculo se manifestarán como trastornos de la personalidad.
La psicología preventiva está presente en cada una de las clases de Matronatación porque uno de los principales objetivos que rodean el aprendizaje de la natación temprana es facilitar las interacciones familiares y hacer posible el aprovechamiento total de ese tiempo compartido en el agua evitando la enfermedad de los lazos familiares.
Se sabe, que las huellas en la memoria infantil son extraordinariamente duraderas y que, consciente o inconsciente la baja tolerancia a las frustraciones y dolores propias de la inmadurez del niño pequeño afloran en algún momento de la vida.
Del mismo modo, las experiencia favorables tienen un efecto saludable que podría equipararse en lo físico, al de las vacunas contra gravísimas enfermedades.
Todo lo que los padres puedan hacer a la edad más tierna para llenar al hijo de amor y vivencias gratificantes parece poco a la luz de los efectos que esto causa en los años venideros.
Esta visión familiar a futuro no abandona nunca la práctica de la Matronatación.
Para algunos observadores inexpertos al presenciar una clase donde padres e hijos retozan felices en el agua, las acciones que allí se desarrollan pueden parecerles sólo un juego simple y divertido.
Sin embargo, más allá de dominar el agua a una edad asombrosamente temprana, estos niños reciben por parte de sus propios padres una educación para la vida que las acompañará fructíferamente.
El hecho de evitar los accidentes acuáticos por el conocimiento del propio cuerpo y de un autocuidado ante los riesgos es de por sí uno de los resultados más llamativos e importantes de la Matronatación que no exime a los padres de su responsabilidad para vigilar atentamente a los niños cuando están cerca de fuentes de agua.
Pero, el sentido de dotar a los pequeños de habilidades basados en el autocontrol ya más allá que la fascinante autonomía que demuestran los bebés en la piscina.
Para los padres que acompañan a los hijos y juegan con ellos en forma segura este aprendizaje familiar se convierte en una experiencia inolvidable por su calidad afectiva, e implica a la vez, una generosa donación de tiempo y energías.
Una de las ventajas que ofrece Matronatación es la cualidad acumulativa de las clases.
Como se trata de un aprendizaje inteligente y no de un entrenamiento, cada clase es para el bebé motivo de nuevos logros. No importa cuanto tiempo pase entre una clase y otra, el niño recordará todo lo aprendido. Matronatación no se olvida. Esto hace posible que aún los padres muy ocupados y exigidos por sus obligaciones puedan compartir la enseñanza con sus hijos en la medida que les sea posible, aunque naturalmente una asistencia más frecuente convertiría más rápidamente a los hijos en pequeños nadadores.
De todas maneras, todo llega, antes o después. El promedio de aprendizaje está en los tres o cuatro meses si los niños concurren al menos una vez a la semana.
Juegos y cantos son, pues, la cara más visible de esta dulcísima iniciación acuática de los bebés que pueden comenzar apenas caído su cordoncito umbilical.
Este rostro sonriente de la actividad no debe llamar a engaño: un profundo y respetuoso conocimiento de los niños y las familias es imprescindible para abordar con beneficios y sin daños esta delicada actividad.

Dra. Patricia Cirigliano
Directora de la Primera Escuela de Natación para Bebés.


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