Los juegos compartidos
por la familia son encantadores... siempre
y cuando los integrantes puedan ocupar
su rol sin dificultades, es decir, sin
invasiones, sin desplazamientos, sin usurpaciones.
Analizando los roles
familiares es facil advertir al menos
dos tipos elementales? el rol adulto y
el rol niño.
Al principio, nos parece sencillo y natural
que los niños tengan su rol niño
y que los adultos tengan el suyo.
Sin embargo, observando a otros, surge
facilmente la posibilidad, sana y bien
intencionada de criticar.
Esta critica, como toda apreciacion bien
hecha, debe mirar tanto los aspectos positivos
como los negativos.
Miremos un poco como intercambia una familia?
Papa y mama se vuelven chiquillos de pronto?
Compiten con el hijo sin medir las diferencias
y disfrutan de ganarle o se enojan cuando
no logran que el niño cubra el
rol que ellos consideran mas satisfactorio?
Quien pone las reglas en un juego con
niños pequeños? Papa? Mama?
El nene o la nena?
Quieren los niños ‘mandar’
ejerciendo el rol de los adultos? Aceptan
los errores, se disculpan mutuamente,
toman todo ‘a la ligera’ o
hay disputas y enojos sin grandes causas?
Las formas de compartir juegos son propias
de cada familia y conforman una red tenue,
envolvente y tambien atrapante.
Cada vez que se juega se ofrece al bebe
como al niño pequeño una
oportunidad para asociar comportamientos.
Es decir una oportunidad para medir fuerzas
mucho antes de la edad en que a un niño
pueda interesarle la competencia deportiva.
Hay otras competencias no menos importantes.
A veces los padres pelean por el cuerpo
del hijo pero las actitudes son tan sutiles
que es facil que casi no se note. Quien
lo alza? Quien lo lleva? A veces se compite
por complacer o por obtener lo que se
desea o por ser atendido con prioridad.
Los resultados se las competencias afectivas
son innumerables en su calidad y en su
expresion, pero siempre acaban como los
partidos en el deporte, con un ‘empate’
cuando los que intercambian intenciones
ceden cada uno, algo, o si no , con ganadores
y perdedores.
No todas las veces los ganadores quedan
euforicos ni todas las veces los perdedores
se sienten frustrados o guardan rencores.
Nada pasa a mayores mientras las situaciones
no acaben ‘cristalizandose’
o sea, a fuerza de ser repetidas, se inmovilizan
las actitudes para lograr un cambio y
algunos siempre ganan y otros siempre
pierden. O lo que es igual, a nivel de
los sentimientos, algunos pierden ‘casi
siempre’ y otros ‘casi siempre
ganan’.
Si la familia logra, esta vez, en lugar
de mirar a otros mirarse a si misma, los
adultos sobre todo, pueden intentar cambiar
la historia en un futuro mejor.
Aprender a esperar. Aprender a resignar.
Aprender a tolerar. Aprender a disfrutar
con la ganancia del otro es estar en el
buen camino.
Camino de convivencias, de amor reciproco,
de vida amorosamente compartida.
Una infancia que se vive con ejemplos
respetuosos de los deseos de los demas,
pequeños o adultos, genera la mejor
matriz para el comportamiento social y
es muy dificil, cualquiera sean las circunstancias
a vivir, que las personas alteren este
legado familiar.
Los menos afortunados, que crecen entre
riñas pequeñas o grandes,
sintiendo la frustracion y el fracaso,
soportando la indiferencia (o la prepotencia)
deberan realizar un enorme esfuerzo personal,
a menudo a traves de la intervencion de
profesionales especializados, para revertir
las tendencias agresivas, envidiosas o
exageradamente competitivas.
Los simples juegos en el hogar, en la
plaza, durante las visitas a parientes
o amigos, son eslabones de una larga,
larguisima cadena afectiva que nos hace
finalmente sociables a nuestro modo particular.
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