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MIO – MIO !!
Acompañando las palabras con gestos de arrebato y escondite, se aferran los chiquitos a sus pequeñas posesiones.

Con razón o sin ella, surge “de un día para el otro” el impulso posesivo. Una conducta que recién comienza quizás de un modo indiferenciado. A veces el mío implica haberse apropiado de algo, no solo ajeno, sino peligroso para un niño pequeño.
Notablemente, surge antes la palabra mío que la palabra yo y esto ocurre con los distintos idiomas en el mundo indicando que se trata de una cuestión evolutiva, es decir primero el niño requiere posesiones y las defiende.
El aprendizaje comienza a producirse cuando los padres u otras personas conceden al pequeño la tenencia que reclama o deben, de un modo u otro, hacerles comprender que algo no les pertenece.
Esto no es una tarea sencilla y ante negativas tenaces y hasta a veces furiosas de los niños cuando se les pide que entreguen lo que no es conveniente que conserven en sus manos. Allí se presenta el clásico “mío-mío”.
Es importante tener en cuenta que el modo en que se produce la devolución de lo que el niño creía que era suyo.
Un error frecuente es quitar al pequeño de sus manitas aquello que quiere proteger y no entrega. Por falta de tiempo o de paciencia, muchos padres tironean atrapando el objeto en cuestión. Muchas veces los adultos separan por la fuerza los deditos que lo aprisionan y así consiguen recuperarlo.
Esta es una mala lección. Con frecuencia sucede esa escena de arrebatar al niño lo que el antes había arrebatado caso común cuando juegan varios chiquitos antes de aprender a compartir.
Si el ejemplo indica “ aunque no quieras dármelo, te lo quito” más allá de las razones, los hechos hablan a favor de la fuerza.
Por lo general, cuando son muy pequeños, la solución puede estar en ofrecer otro objeto también atrayente para que el niño abandone espontáneamente el otro.
Sin embargo, aún cuando el pequeño se desprenda de su momentánea posesión, si se procede en esta forma el niño no podrá aprender de la situación ya que, en realidad el no ha entregado nada sino, sencillamente, abandonó aquello que dejó de interesarle.
Dialogar con los gestos y las palabras y negociar con dulzura convincente logran al poco rato que la manita se abra y el objeto sea ofrecido.
Es válido intentar el trueque, - Dame ese, mamá te dará este otro...mirá que lindo! -Ese no es tuyo, toma este que puedes conservar.
Menos efectivo y menos educativo es el otro procedimiento que apela a los sentimientos no verdaderos – Dáselo a mamá porque sino se pone triste... Si no se lo das, él va a llorar.
Mejores argumentos son los que hablan a futuro. – Si quieres tener amigos debes saber compartir – No debes tomar lo que no es tuyo.
El mío, mío, refleja como ninguna otra actitud el crecimiento del Yo. Ese yo, necesario para desarrollarse y auto-estimarse. Un yo que debe ser respetado y encausado poco a poco.
Un niño que es despojado de los objetos sin recibir explicaciones ni ser esperado, podrá en adelante acaparar (por todo lo que no tuvo) o dejarse quitar todo sin reclamar (por conducta practicada en la infancia).
En la etapa escolar, los padres insisten con recomendaciones a sus pequeños, para que cuiden su útiles, para que no los pierdan y para que no se los quiten.
Puede ser un nivel más en el armado del sentido de la propiedad, sin llantos ni peleas, si el niño sabe desde pequeño que puede conservar y defender lo que legítimamente les pertenece.
Son papá y mamá, quienes desde muy temprano enseñan a sus hijos que cosas les corresponden como propias y cuales no.
Conductas claras en casa (– Estos son tus juguetes – estos aparatos no se tocan, son de papá y mamá-) promueven conductas claras y sociables en ámbitos extrahogareños.


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